martes, 20 de noviembre de 2018

Con lo poco se alcanza el Todo...



Hace nueve días, la Liturgia dominical nos regaló dos sabrosas lecturas: la viuda de Sarepta (1Re17, 10-16) y  la viuda pobre que solo dio dos moneditas (Mc 12,38-44).

Ambas tienen algo en común: lo poco, lo pequeño, lo insignificante…

 La primera lectura abunda en lo pequeño:
§  Un poco de agua
§  Un trozo de pan
§  Un puñado de harina
§  Un poco de aceite
§  Un panecillo
Y, al final, una promesa maravillosa: “La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará” (v.14)

La segunda lectura nos dice que la viuda:
§  Echó dos reales
§  Y Jesús finaliza: “ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir” (v.44)

Me impresionaron estas dos mujeres: generosas, no se reservan, son “pequeñas” ante Dios y ante los hombres. Pensé en las Obras de mi familia religiosa y de tantas congregaciones religiosas en esta Venezuela sumida en algo que ya no encontramos qué nombre poner y que resuma esta dolorosa realidad; pensé en cada una de las hermanas que, cada día, van gastando sus vidas sirviendo a los pobres, ancianos, enfermos, niños, desvalidos, olvidados de la sociedad, de sus familias (en muchísimos casos: los ancianos).

Y ahí vamos, respondiendo a la vocación y misión que Dios nos confió: dando lo poquito que tenemos. Hago especial mención de los Hogares para adultos mayores, que la inmensa mayoría no conoce y quizá no se imagina cuántos “poquitos” hay que transformar en milagros, gracias a la Divina Providencia que vela por sus hijos, más que por las aves del cielo y los lirios del campo.


… hay poca harina para las arepas, poca leche para el atol, poca azúcar, poquito café, poca pasta, poco dinero para la nómina, pocas ayudas porque todos pasamos necesidad, medio vacía la despensa, pocos adultos mayores porque se nos hace demasiado cuesta arriba atender más aunque quisiéramos, pocos -muy pocos- los familiares que están pendientes de sus mayores... Además, pocas hermanas, poca gente que quiera trabajar porque “tenemos la caja y los bonos”;  a veces, pocas fuerzas y energías que se van agotando con los años y en la búsqueda angustiosa de dónde conseguir los alimentos y dónde costarán menos, con mucha  paciencia y sacrificio, con la sonrisa en los labios y la alegría en el corazón por darlo ¡TODO POR JESÚS!

Lo hermoso es que -en medio de la necesidad y por pura gracia de Dios- echamos todo lo que tenemos en este servicio.

Y la promesa se cumple: ningún día se nos ha  ido sin haber probado bocado, ellos y nosotros. Menos sí, sin duda alguna, pero con el corazón gozoso de experimentar la infinita Bondad y Ternura de Papá Dios que no abandona la obra de sus manos (Salmo 138,8), a través de tanta gente buena que de lo poco que tiene, sabe compartir con el que menos tiene…

Sirviendo con lo poco se alcanza el Todo, pues hemos crecido en confianza en la Divina Providencia y en la certeza de que estamos en las mejores manos: las del Padre que nos cuida…

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Resurrección y Vida



En este mes del año –noviembre- la Iglesia nos invita a recordar a nuestros seres queridos que se han ido a la Casa del Padre, dedicando el día 2 a celebrar la Solemnidad de todos los Fieles Difuntos.

La hermana Muerte –como la llamó el Poverello d’Assisi, San Francisco de Asís- siempre nos sorprende, nos impacta su misterio, nos toca por dentro aunque no lo digamos…

Visitamos los cementerios, lugares sagrados donde reposan los restos de quienes se nos han adelantado, de los que ya se mudaron. Hay silencio, paz, quietud… O debería haberla… Las cruces, crucifijos, imágenes de santos, dan un hálito de trascendencia que nos embarga y seduce.
Sin embargo, la profanación de muchas tumbas refleja el sinsentido en que viven muchos…,  el vacío de Dios…, la falta de respeto a la Vida que ahí se preanuncia, al Misterio que llega a lo más hondo, al querer amoroso de familiares que dejan ahí sus lágrimas y plegarias…

Hace apenas unos días, profanaron y extrajeron los restos de algunas de nuestras hermanitas en un cementerio municipal de este país. En la capital sucedió lo mismo meses atrás. Estos hechos nos golpean el alma.
La desidia, la indiferencia, la anarquía, se proclaman vencedoras en esta tierra de nadie… Sabemos que esos viles actos no tienen la última respuesta.

En este mes, mes de la Vida, se nos han ido dos hermanitas: Ana Dominga y María Élida. Su entrega, su vida gastada día a día al servicio de las más pobres, vidas consagradas a Dios y a ellos, vivirán para siempre…

En cada resto, en cada hueso, en cada ceniza, en cada grano de polvo, vive la esperanza. Tenemos la certeza de que resucitaremos a la Vida eterna. Aunque sigan atacando las fuerzas del mal que un Viernes santo masacraron a Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, hasta darle muerte, la última palabra la tiene Él: “Yo soy la Resurrección y la Vida; quien cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá, y el que vive y cree en Mí no morirá para siempre” (Jn 11,25-26).

Esta imagen de Jesús muerto, sobre la losa del sepulcro, mirando las cruces donde están enterrados sus hermanos, nos habla de Sí mismo: es el grano enterrado que germinó en su Resurrección para darnos la Vida verdadera, la que no se acaba, la que no podrá ser nunca tocada por el mal: ¡Es la BUENA NOTICIA  de la RESURRECCIÓN para ellos y para nosotros!

Ser luz hoy...

En este lunes de la XXV semana del tiempo ordinario, ciclo C, la Liturgia nos regala un hermoso texto evangélico, del que resalto esta fra...