Terminamos un año 2018 bastante
complejo y difícil en Venezuela y en otras latitudes. Millares vivieron la
experiencia de emigrar, dejando detrás una historia de dolor, de lágrimas, de
separación…
Millares dejaron la vida y
partieron a la eternidad, por no tener las medicinas que necesitaban
urgentemente… Millares se fueron mediante una muerte violenta…
Millares se quedaron entre lágrimas
y abrazos, soledad y abandono, impotencia y dolor…
¿Dónde está nuestro Señor y Dios
Padre? Es la pregunta de muchos.
La respuesta está en el corazón,
en el amor de un Dios que quiere lo mejor para sus hijos, en la motivación que
cada persona ha tenido para tomar una decisión, en el coraje de quien se ha
marchado dando como un salto en el vacío, en la valentía de quien se queda
sabiendo dónde se encuentra y sin saber qué le espera, en la acogida recibida,
en el misterio de lo que no comprendemos…
Hay muchos motivos para agradecer
en el año que termina…; hay cosas que solo a la luz de la fe podemos descubrir,
muchas sonrisas dadas y recibidas, solidaridad compartida, amistad regalada,
oración bendecida y escuchada…
¿Y para el 2019? Sigue Dios
acompañándonos, bendiciéndonos, amándonos.
Armémonos de esperanza, fe,
confianza, alegría… Un mundo mejor es posible. Si cada uno hacemos lo que nos
toca hacer, comenzando en nuestro metro cuadrado, desde nuestra familia, tendremos
un mejor país, un mejor mundo, donde no demos cabida al odio, a las divisiones.
Seamos instrumentos de VIDA,
ESPERANZA, PAZ, ALEGRÍA…